Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued
Bardahuil
No se necesita tener dotes de agorero para pronosticar. Sin duda alguna, los mexicanos hemos sido muy contradictorios. O, quizá, muy complementarios. Hoy podemos presumir que somos un pueblo muy pacifista y, al mismo tiempo, confesar que muy violento. Puritano y penitente. Vaya antagonismo que no ha encontrado una explicación sólida. Más aún, hemos colaborado en la solución de los conflictos de otros. Hemos impulsado y logrado la desnuclearización de la América Latina. Hemos consagrado constitucionalmente nuestros principios de autodeterminación, de no intervención, de solución pacífica y de cooperación internacional.
El discurso de la paz y del humanismo tan sólo sirve para los pacifistas y para los humanistas. Pero resulta que estos beligerantes, Ni son pacifistas ni son humanistas. Su guerra ya lleva 10 años y quizás continúe en los próximos 2 siglos. No se ha encontrado ni ley ni política me acuerdo ni amenaza ni promesa que los aleje de la barbarie, de la sinrazón y de los odios. En nuestra vida interior, también nosotros hemos sido muy violentos.
De nueva cuenta saludó la actuación de Omar García Harfuch. Su tarea es muy complicada. Lo felicito con sinceridad.
Nunca se puede adivinar si una guerra durará 2 o 10 años. No sabemos si la nuestra durará 3 sexenios o 2 generaciones. Tan sólo sabemos que no terminará antes de 10 años. Pero no sabemos cómo va a terminar. ¿Con una victoria? ¿Con una derrota? ¿Con una tregua? ¿Con una redición? Yo no lo sé y no sé de nadie que lo sepa.
Los hados y los dados dirán sin Nike abraza a Themis, A Kratos o a Némesis. Si la victoria será para la justicia, para la fuerza o para la venganza. Y, de paso, bueno sería que Hades y Caronte hicieran bien su trabajo. O, dicho en palabras refinadas y sin agraviar a nadie. ¡Ánimas! que se los lleve, a todos los que nos hacen daño.
Cambiando de contexto tergiversar la historia para manipular el presente. Se trata de una vieja fórmula autoritaria. Ahora qué se retoma la idea de desaparecer a los legisladores plurinominales, es indispensable documentar como la biografía de la democracia en México ha sido justo la de la representación proporcional: acabar con una implica sepultar
a la otra. La primera reforma política para desmontar el autoritarismo fue la de 1977, cuando se dio la “apertura democrática”. Una pieza clave fue precisamente la creación de los diputados plurinominales para acabar con el Congreso de partido (prácticamente) único.
Jesús Reyes Heroles, arquitecto de esa reforma, explicó con claridad el propósito en su célebre discurso de Chilpancingo “que el Estado ensanche las posibilidades de la representación política, de tal manera que se pueda captar en los órganos de representación nacional el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria y pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho de la mayoritaria, forman parte de la nación. En ese discurso está la primera aceptación por el régimen posrevolucionario de la legitimidad de la oposición y de los derechos de las minorías políticas.
Con no pocas adversidades, la expresión y presencia legal de esas minorías fue ampliándose hasta que, finalmente, la vieja “corriente mayoritaria” acabó siendo una más de las minorías.
Hasta antes de los diputados plurinominales, la vía fundamental de llegada a la Cámara de Diputados era a través de cada distrito: si no se derrotaba al partido oficial, la opción era excluida de la presentación aunque tuviera votaciones más que significativas. Era el diseño para el “carro completo” legislativo.
Gracias a los plurinominales, destacadas figuras de la oposición y de las izquierdas llegaron al parlamento en los años de la democratización: el líder ferrocarrilero Valentín Campa, destacados miembros del movimiento del 68 como Raúl Álvarez Garín, intelectuales como Rolando Cordera y Arnaldo Córdova, Líderes magistrales como Othón Salazar, Defensoras de derechos humanos como Rosario Ibarra de Piedra, no confundir con Piedra Ibarra, tenaces luchadores contra el Autoritarismo como Arnoldo Martínez Verdugo, Heberto Castillo, Gilberto Rincón Gallardo y muchos y muchas más. No fue por concesión del poder, sino por el voto plural y libre de vastas franjas de la sociedad.
Un punto de quiebre frente al hiperpresidencialismo ocurrió en 1997, cuando el ejecutivo perdió el control de la Cámara de Diputados y se hizo realidad la división de poderes, que llevaba 80 años escrita en la Constitución sin haber sido efectiva. Ello fue posible por los plurinominales: ese año el PRI fue primera fuerza con el 38% de la votación nacional Y ganó 165 de 300 distritos, más de la mitad; pero gracias a la representación proporcional las oposiciones obtuvieron 261 diputados, el 52%.
De no existir plurinominales, las oposiciones, aún con la mayoría del voto popular, habrían seguido siendo testimoniales. Por ejemplo, en 2012 y 2015 el PRI obtuvo cuatro de cada
diez votos a la Cámara de Diputados, pero sin los plurinominales Peña Nieto se habría hecho con la mayoría absoluta de las diputaciones todo su sexenio: los plurinominales hacen posible acotar al Ejecutivo.
La representación proporcional tiene la virtud de acercar el porcentaje de votos por cada partido con su porcentaje de legisladores.
La historia es clara: sin representación del pluralismo no hay democracia.
En otro orden de ideas dado mi paso por medios y debido a esta incertidumbre que me preocupa y me entristece, y como todos y cada uno pueden escoger su realidad, es muy fácil que las redes confirmen tus sesgos; se han multiplicado las opciones para esta confirmación, pues esto también se convirtió en una forma fácil de hacer dinero. Quisiera encontrar la forma de contar historias que permitan construir puentes entre posturas aparentemente irreconciliables.
Es desesperanzador, pero si el modelo de negocios va para allá, y como soy bastante pesimista respecto de que esas posturas se encuentren y dialoguen, creo que hay que contar historias que aborden los temas importantes. El análisis puede ser circular, quedarse siempre en el mismo lugar.
Las historias en cambio, pueden mover, conmover, abrir. Quiero crear oportunidades para que esas historias se cuenten porque son las que pueden transformar a la gente.
Las generaciones se suceden y eso es obra del tiempo. Pero también se transforman y eso es obra del destino. Me gusta platicar con los jóvenes que hoy llaman millennials. Muchas veces pregunto a los jóvenes ¿qué es lo que no les gusta de nuestra política? Su respuesta es siempre muy directa. No les gusta la falta de compromiso de nuestros gobiernos con las actuales y las futuras generaciones. Y no les gusta la falta de seriedad en el ejercicio del poder.
Tengo mucha esperanza en los jóvenes. Creo que a ellos ya no les gustará nuestra corrupción, nuestra irresponsabilidad, nuestra inconsciencia, nuestras equivocaciones y nuestro cinismo. Pero, al mismo tiempo, tengo un terror, pánico, de que a mis hijas y a mis nietas ya no les guste su única herencia. Vamos, para decirlo directo, tengo mucho miedo de que ya no les guste México.
En nuestro país ya no existen las ideologías que, aunque diversas y a veces encontradas, proponían un país basado en ideales en beneficio de los mexicanos. |
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