Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued
Bardahuil
Hoy vemos con tristeza, que una vez más no fue una sorpresa, la guerra entre Israel e Irán es un conflicto que había sido alentado desde hace décadas. Era una guerra no solamente anunciada, sino fomentada, perseguida, buscada, dentro de las contradicciones de los sistemas y de esa capacidad tan fantástica que ha demostrado a lo largo de la historia de Israel para tener que matar a Goliat de turno después de haber ayudado de manera definitiva a la creación de este gigante.
¿Dónde estaban entonces los sabios de Sion? ¿Qué papel jugaron los judíos alemanes, tan alemanes como judíos, durante la etapa que precedió a la destrucción y catástrofe nazi?
Fueron múltiples los factores a los que se les puede atribuir la tragedia: del Tratado de Versalles, de la ceguera política de la locura de la época. Konrad Lorenz dijo: “La agresión se hereda tanto en animales como en humanos y no se puede modificar”. Sin duda alguna, no podría describirse de mejor manera lo vivido en el pasado y lo que está sucediendo en nuestro presente.
Siempre ha circulado, como una propaganda oscura, la versión de que algunos promitentes empresarios judíos colaboraron en los primeros pasos del ascenso de Hitler, facilitando su llegada a la Cancillería, y con ello, el inicio de Holocausto. El Holocausto marcó un punto de inflexión en la historia de la humanidad, muestra lo cruel que puede llegar a ser la raza humana con sus congéneres cuando se trata de alcanzar sin límites lo que se considera la mejor opción para la sociedad.
Después, mucho después, hubo un tiempo en el que la mayor amenaza a la seguridad de Israel provenía de las oleadas de terroristas entrenados en el Valle de la Becá, en el Líbano, y del juego ambiguo de la OLP bajo el mando de Yasser Arafat. Hay quienes sostienen, incluso, que Hezbollah alcanzó a su fuerza como consecuencia de tener que defenderse de los ataques de la propia OLP. Como se ve, hay enemigos reales, pero también enemigos que uno mismo fabrica, o que termina fortaleciendo.
Realmente, ¿la locura es contagiosa? No lo sé. Pero lo que sí sé, y tengo cada vez más claro, es que estamos viviendo tiempos profundamente enloquecidos.
Este cúmulo de cambios, de transformaciones sin retorno, puede representar para algunos una disminución temporal de la presión, por la mera sobrecarga de crisis simultáneas.
Trump y Netanyahu, Netanyahu y Trump, están unidos histórica y definitivamente. No hay escapatoria. Pase lo que pase con esta guerra, Israel contará con el respaldo total de Estados Unidos. Pero no se trata sólo de apoyo institucional, sino que esta alianza está fortalecida por un compromiso personal, ideológico y político entre ambos líderes.
Por más misiles, conflictos o desacuerdos que haya y décadas que pasen sin ser resueltos, el mundo árabe, sencillamente, no puede ser borrado del mapa. Y mucho me temo que, desde el 7 de octubre, Esa fecha maldita en la que jamás sabremos cómo ni por qué Hamás se atrevió a lanzar un ataque de tal magnitud sobre Israel, vivimos una situación cada vez más peligrosa.
Naturalmente, las imágenes que llegan desde Gaza, los niños muertos y la destrucción, son imágenes que conmueven el mundo. Pero este 7 de octubre también murieron niños israelíes y eso nadie lo menciona o parece olvidarlo. Esto no abre ninguna puerta al futuro. Y si eso no bastara, la sola idea de un artefacto nuclear lanzado sobre Teherán, como solución final antes de que lo lancen sobre Tel Aviv o Jerusalén, ya está sobre la mesa. Y no es ciencia ficción. Es una posibilidad real y tangible.
Estados Unidos no puede ser sólo Trump ni México no puede ser sólo la 4T. Ambos países tienen tradición, cultura, historia, pero sobre todo, un antes y un después. Sin embargo, sería irresponsable negar que estamos ante un momento crítico.
Konrad Lorenz definió los meses precisos a la Segunda Guerra Mundial como tiempos de locura. Hoy, parece, que estamos viviendo una reedición de ese momento. Y la amenaza de que esto termine siendo el inicio de la Tercera Guerra Mundial ya no es retórica ni imaginaria, es real.
En otro orden de ideas los obispos mexicanos han instado a las autoridades e impulsar un sistema migratorio justo, que ofrezca alternativas reales y respete la dignidad de los inmigrantes y refugiados.
Esos hispanos piden el apoyo del papa León XIV y la condena energética a la política antiinmigrante de Donald Trump porque hasta ahora el líder de los 400 millones de católicos en el mundo ha sido muy tibio y sus palabras no han sido un apoyo mural serio y un contrapeso a la crisis humanitaria que se vive en Estados Unidos.
Robert Francis Prevost un estadounidense con raíces migrantes, se presentó como el Papa comprometido con la “justicia social” y en su discurso ante los embajadores acreditados ante la Santa Sede dijo: Los migrantes como todas las personas, tienen la misma dignidad, la de una criatura querida y amada por Dios.
Miles de organizaciones de católicos y civiles en Estados Unidos “piden a gritos” la intervención del papa León XIV para que exija Donald Trump poner fin a las redadas federales contra los inmigrantes en California y otros estados de la Unión Americana.
La red de organizaciones Catholic Charities que brindan apoyo a inmigrantes y refugiados de México, Centroamérica y del resto del mundo desde hace décadas, consideran que las declaraciones del papa León XIV y las cartas postales de una minoría de los 380 obispos católicos de Estados Unidos “no son suficientes” y, más bien, parecen una respuesta tibia y timorata ante las violaciones de los derechos humanos del gobierno de Trump.
Pero también hay otros cristianos, judíos, budistas, musulmanes y demás organizaciones ecuménicas que urgen a sus jerarcas en el mundo a presionar al gobierno de Trump para que termine las detenciones arbitrarias y deportaciones de inmigrantes hispanos en Estados Unidos.
El arzobispo de Los Ángeles, monseñor José Horacio Gómez, expresó su preocupación por las redadas contra migrantes y pidió “moderación y calma” a todas las partes implicadas: Estoy orando por nuestra comunidad. Oro para que todos los involucrados actúen con moderación y calma.
“Todos estamos de acuerdo en que no queremos aceptar en nuestras comunidades a esos migrantes indocumentados que son terroristas conocidos o criminales violentos. Pero no hay necesidad de que el gobierno lleve a cabo operaciones de inmigración de una manera que provoquen miedo y ansiedad entre los inmigrantes comunes y trabajadores y sus familias”.
“El arzobispo de origen mexicano, nacido en Monterrey, Nuevo León, instó al Congreso de Estados Unidos a que consideren seriamente la tarea de arreglar nuestro defectuoso sistema de inmigración, que lleva a tantas personas a tratar de cruzar ilegalmente nuestras fronteras”.
“Otras naciones tienen una política de inmigración coherente que respete el derecho natural de emigrar en busca de una vida mejor y también garantiza el control de sus fronteras. Estados Unidos debería tenerla. Han pasado casi 40 años desde la última reforma integral del sistema de inmigración. Es demasiado tiempo y ya es hora de hacer algo al respecto”.
La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) ha sido muy cautelosa frente a la crisis migratoria; son pocos los que desafían al gobierno de Trump y hasta el momento más bien, guardan silencio.
Salvatore Cordieleone, arzobispo de San Francisco, también ha evitado cualquier atisbo de posible crítica a Trump.
El arzobispo Gustavo García Siller, de San Antonio, Texas, quien solía ser activo en redes sociales, cerró su cuenta de Twitter.
Mark Joseph Seitz, obispo de El Paso, Texas, ha guardado silencio sobre la crisis en Los Ángeles y otras ciudades de Estados Unidos.
Los obispos mexicanos de la frontera con Estados Unidos han sido en los últimos años proactivos en la protección de los derechos humanos de los migrantes que vienen de Centroamérica.
La Conferencia del Episcopado Mexicano presidida por Ramón Castro, ha alzado la voz en defensa de los derechos de los migrantes, condenando la criminalización por parte de Trump. Han llamado a la población en general a proteger y respetar la vida de los migrantes y apoyar en la búsqueda de una vida más digna en tiempos de incertidumbre económica y social en sus países.
El obispo de Matamoros−Reynosa, Eugenio A. Lira Rugarcía, responsable de la Dimensión Episcopal de Pastoral de Movilidad Humana, pidió se respete la dignidad y los derechos de todos y se solidarizan con los migrantes que están sufriendo persecución y violencia en varias ciudades de Estados Unidos.
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